Se puede decir más alto, pero no más claro: ti no lleva tilde.
Todos (o casi todos) lo sabemos. Ti jamás lleva tilde; ni la ha llevado antes ni la llevará nunca. Pero ¿sabemos todos cuál es la razón de por qué no la lleva?
Por un lado, en español tenemos una regla que dice que los monosílabos nunca llevan tilde; pero, por otro, tenemos muchos monosílabos que sí la llevan: sí, tú, té, dé, qué, quién... ¿Qué pasa entonces? Es aquí donde entra en escena una tilde que se llama diacrítica, que sirve para diferenciar los las categorías de las palabras monosílabas que suenan igual (de/dé, mas/más, mi/mí, si/sí, te/té, tu/tú, etc.).
¿Por qué entonces el hablante se empeña tanto en ponerle tilde a ti? Ocurre que, por analogía con el posesivo mí, suele caer en la ultracorrección de ponerle tilde a ti, dado que por lógica se piensa que si mí la lleva, ti debería llevarla también. Pero aquí es donde radica la confusión: el pronombre mí lleva tilde para diferenciarlo del adjetivo posesivo mi (mi perro/dímelo a mí). ¿Cuál es la diferencia entonces? El pronombre de segunda persona ti es diferente de su adjetivo posesivo correspondiente: tu. Por lo tanto no puede haber confusión y no debe llevar tilde (tu perro/te lo diré a ti).
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